Urge una reforma educativa que establezca las garantías para que no se permita que se trate a los seres humanos como
a bienes de producción; una reforma educativa que permita reconocer las diferencias y sobre todo la
posibilidad de la autorrealización. Actualmente la educación fomenta el silencio, la
obediencia ciega; permite que el ser humano se convierta en un esclavo de la productividad,
nunca de la sensibilidad, en un frío índice, en una cifra que revisar por la
OCDE que pretende convertirnos a todos (los que no nacimos en superpotencias) en esclavos de las grandes empresas
trasnacionales.
Urge una reforma educativa que privilegie la colaboración,
los valores, la integridad familiar; urge una reforma educativa que vigile los
contenidos mediáticos que influyen directamente en el individuo en formación,
una reforma que obligue a voltear a ver a quienes han sido invisibles para
muchas generaciones (los grupos vulnerables como los indígenas, niños, personas
en situación de calle, mujeres, adultos mayores, etc.), una reforma educativa que nos haga concientes de nuestro valor como país y que nos dé las armas (ideológicas e intelectuales) para defendernos ante la voracidad del mundo actual.
Sacando cuentas, la instrucción escolar es, en la actualidad,
un catalizador que retarda la acción de los individuos, tanto para buscar el bien
propio como el bien común. ¿No me crees? Basta un vistazo rápido a la
instrucción escolar en México para establecer un parámetro: se necesitan - más
o menos – ¡veinte años! Para obtener un título profesional, mas algunos otros
de trámite, para acceder directamente -y sin escalas- al desempleo o al
subempleo (lo que en muchos casos es más grave porque limita la exploración de
mejores posibilidades en pos de la inmediatez, de la supervivencia);
posteriormente, una vez que hemos alcanzado la seguridad social, si eres uno de
los afortunados en lograrla, podrás considerar un éxito si alcanzas el derecho
a la vivienda para endeudarte –mas o menos- ¡otros veinte años!
La educación en México, como en otros muchos lugares de América
Latina, provee graves problemas en lugar de soluciones, nos prepara para una
vida de esclavitud moderna, para ser mano de obra barata de las potencias económicas
mundiales. Por ejemplo, en México, se habla ampliamente de la investigación científica pero
hay muy poco presupuesto para la investigación, para el patentamiento y para el desarrollo de tecnología; entre los países
de la OCDE, México es el país que menos invierte en este rubro y sobraría decir
porqué (somos, ante potencias como China, Estados Unidos, Reino Unido, Israel,
Japón, etc. los parientes pobres, los indeseables pero necesarios). Sin la
posibilidad de generar tecnología y conocimiento, pero con toda la
disponibilidad de consumirlo viniendo del extranjero, la educación pública
produce alumnos que terminan siendo empleados con nulos derechos laborales de
algún Oxxo, Bama, Chedrahui, Sams Club, Waltmart y con seguridad de DragonMart
cuando esté ya construido.
En otro ejemplo paralelo, se habla ampliamente de la cultura, de la conservación de nuestro patrimonio tangible e intangible pero se recorta mortalmente el presupuesto para la cultura y las artes al inicio de este sexenio y se pretende otro recorte de magnitudes retrógradas en este sentido. Nuevamente, el discurso de la escuela y el de la realidad se contraponen.
En otro ejemplo paralelo, se habla ampliamente de la cultura, de la conservación de nuestro patrimonio tangible e intangible pero se recorta mortalmente el presupuesto para la cultura y las artes al inicio de este sexenio y se pretende otro recorte de magnitudes retrógradas en este sentido. Nuevamente, el discurso de la escuela y el de la realidad se contraponen.
La globalización es el pretexto perfecto para torcer los
objetivos de la educación en México, dejamos de atender los problemas más
arraigados y profundos de nuestra sociedad (el hambre, la discriminación, el
poco o nulo desarrollo social de muchas comunidades, la dependencia alimentaria,
la falta de tecnología para el uso sustentable de nuestros recursos naturales,
etc) en aras de tener las competencias que exige el mundo globalizado, o mejor
dicho, las competencias que exigen las pocas empresas que concentran el capital
de este mundo globalizado.
Así, la educación se convierte en un paliativo, en un fin en
si mismo y no en un medio para alcanzar el bienestar que bajo las condiciones económicas
actuales jamás llega porque el sistema se ha preocupado por “formar”, aunque es
mejor decir adoctrinar a jóvenes adultos que aceptarán cualquier oferta de trabajo
con la esperanza de sobrevivir.
Es cierto, desde hace unos años, la educación superior
maneja el mensaje del autoempleo, de la generación de empresas frente a la
opción de ser asalariado o estar bajo la protección del presupuesto; pero
también es cierto que el sistema no privilegia la originalidad necesaria para
el emprendimiento sino la homogeneidad (Las mismas competencias para todos, sin
importar las diferencias) y tampoco promueve la formación de individuos capaces
de generar capital a partir de las ideas (único bien –aunque intangible- del
estudiante de nivel superior). Peor aún, el discurso del autoempleo que se
maneja en las escuelas, se convierte en una contradicción tan pronto se
confronta contra las políticas públicas que en lugar de fomentar, castigan a los
emprendimientos. Por ejemplo, hoy Pepe y Toño no estarían tan contentos de
saber que de aprobarse la reforma fiscal, que busca la desaparición de los
estímulos fiscales de que gozaban las MPYMES, ya no existen las posibilidades
de emprender un nuevo negocio.
Hoy, más que nunca, es un error pensar que el acceso a la
educa ción superior es sinónimo de bienestar. Por eso es urgente una Reforma
Educativa, pero una verdadera reforma educativa (no solo laboral) que busque
como fin el bienestar social y no solo la desaparición de poderes fácticos, una
reforma educativa que tenga por objetivo la alineación del discurso de la
escuela con las condiciones de la realidad (o mejor aún, viceversa), una serie de vínculos completamente
funcionales entre planes de estudio, políticas públicas y condiciones
socioeconómicas que den a todos y cada uno de los que estudian el nivel
superior – e incluso a aquellos que no- la oportunidad de trascender.
Gracias por leerme.